domingo, 3 de enero de 2010

Alambre de nueces

Se levantó temprano, pesadamente, sólo para sentarse en la mesa y reflexionar con unas hojas delante. Contra su voluntad, lo haría durante dos horas, para sentirse realizada, saborear el deber cumplido, a pesar de no hacer nada. Entonces, dos horas y un minuto después, llegó elmomento más mágico de la mañana: el desayuno. Y su total libertad para manejarlo.


Sus reflexiones se desplazaron de su mesa de trabajo al fogón de su cocina, y mientras preparaba muy lentamente sus tostadas, buscaba el queso para untar en la nevera y partía las nueces, estas, sus relexiones, eran un eco, lejano, compañero de los ruidos propios de la búsqueda mañanera.


Una vez partidas todas las nueces, procedió con mucho esmero a coger el fino alambre enroscado que aseguraba que dentro de aquella bolsa de plástico la nueces continuaran frescas, vivas, controladas, para que no se desparramasen en cualquier sitio, a cualquier hora, por cualquier motivo.



No estaba allí.



Levantó de la encimera cualquier cosa que allí hubiera, y en su persistencia casi hasta la encimera misma. Rastreo en el suelo incesante, bajo los muebles, en los cajones, en los armarios, dentro de la basura, en su congelador. Miró en la lavadora, en el fregaplatos, incluso, a sabiendas de que sus pies no se habían desplazado más allá de la cocina, buscó en las estancias adyacentes a ella, temiendo que algo lo hubiese movido.


Totalmente frustrada, con la tostada ya quemada, por la excesiva concentración que había puesto en su búsqueda, y la leche hirviendo desparramada por el fogón, se descubrió sentada, mirando la bolsa de nueces aún abierta, y una arista de un objeto extraño que permanecía inerte al lado de la inmóvil bolsa, pues ni uno ni otro, habían sufrido el huracán de la feroz búsqueda. Allí sentada, sosteniendo aún en su mano no natural, la izquierda, la goma de caucho con la que se había resignado a atar la bolsa y proseguir, descubrió, que la bolsa desde un principio fue cerrada con una pinza, y que en su ceguera intelectual, no la había alcanzado a ver.



Basado en hechos reales acontecidos hace un día


A todos nosotros, feliz 2010, que al menos este año no nos ceguemos buscando alambres, porque quizás la pinza, está más cerca de lo que creemos.